martes, 27 de agosto de 2013

CUESTIÓN DE FE

Nunca en mi vida he 'amado' a ningún pueblo o colectivo, ni al pueblo alemán, ni al francés ni al americano, ni a la clase trabajadora ni a nada de este orden. En realidad yo solo 'amo' a mis amigos, y soy incapaz de cualquier otro amor. Pero es que además, este amor a los judíos, siendo como soy judía, a mí me resultaría sospechoso" (Hannah Arendt)

Vi que alguien había colgado esta conocida frase de Hannah Arendt en facebook y la compartí. Sin embargo, en muchas transcripciones, la frase se divulga sin la parte final cosa que hizo que un amable comentarista puntualizase sobre el hecho que Arendt no hacía referencia al pueblo judío, cosa que no es cierta pues el contexto del que se extrajo era, precisament, sobre ese tema. El mismo comentarista insistió en qué los pueblos y naciones son realidades nos guste o no. Bueno, todo es opinable. Los pueblos y las naciones, según mi modesta opinión, son construcciones culturales y políticas sujetas al azar de la historia, variables. Como todo, nacen, crecen -a veces-, y mueren. Tendrían algún sentido si al nacer te dieran a escoger libremente dónde quieres ir a parar, qué lengua quieres hablar y qué familia te parece mejor para tu educación sentimental. Como eso es imposible, la libertad para ser lo que te toca no es tal libertad, es casualidad.

Traspasar las culpas o las virtudes del nivel individual al colectivo no ha llevado a nada más que al desastre. Incluyo en este tema colectivos como el de las religiones, los curas, lo que sea. Así que se olvida a la persona y se la culpa del mal del colectivo o se le reconocen todas las virtudes del conjunto todo va mal, todo ha ido mal. Las personas, a nivel individual, suelen entenderse o, al menos, respetarse. Pero cuando las etiquetas entran en conflicto y hay que tomar partido, no anem bé. Tu vecino puede convertirse en tu enemigo, tu delator, tu asesino. De momento, por suerte, los patriotismos cercanos no nos exigen grandes sacrificios más allá de salir a la calle, enarbolar banderas, comprarte una camiseta, gritar un poco. Ya no hay que dar la vida por la patria, ni por la clase obrera, ni por la anarquía ni por Dios. Ahora parece eso una obviedad en nuestra sociedad pero hasta hace cuatro días se compartía esa exigencia sin discusión.

Vi ayer la película sobre los últimos años del pintor Renoir, no quiero entrar en consideraciones cinéfilas en este momento sinó en el contexto de la primera guerra mundial, presente en la película, en la cual se exacerbaron los nacionalismos europeos. Un hijo de Renoir quedo cojo, el otro, casi manco. Y tuvieron suerte. En la película se puede escuchar una de esas arengas patrióticas del momento. El anciano pintor se muestra ya absolutamente escéptico sobre el tema bélico, contempla desde la vejez el absurdo que tiene enviar a la juventud a la muerte por una patria etérea. Recuerdo una versión que hicieron hace años, por la televisión, sobre la novela Corazón, de Edmundo de Amicis, situada en el marco de exaltación patriótica de la unificación-uniformización italiana. La versión televisiva, muy buena, añadió un epílogo a la historia y aunque no me gusta que varien las narraciones originales en este caso me pareció el epílogo muy educativo. Un alumno, superviviente de la guerra, encuentra a su antiguo profesor y éste le confiesa que cuando impartía aquellas lecciones sobre la gran patria italiana, sin poder hacer otra cosa por razones obvias, intuía que estaba enviando a sus alumnos al matadero.

Los tiempos de crisis economicas son propicios a los dogmas patrióticos, religiosos, políticos. Parece que hay que creer en algo cuando bastaría con creer en la vida cercana y en nuestros pequeños mundos domésticos que parecen mediocres pero que nos permiten amar a los nuestros y también a los otros, si nos esforzamos un poco en ello. En este contexto, la frase de Hannah Arendt me parece muy significativa, todavía más en boca de alguien absolutamente afectado por esas etiquetas tan del gusto de muchos gobernantes. Que nos dejen ser judíos o lo que sea sin necesidad de militar en las filas de la lucha resistente por obligación moral no es tan fácil en estos tiempos, cuando eso de ser ciudadano del mundo parece casi de derechas. Y aunque los valores bélicos parecen en retroceso, la exaltación mítica con la cual se leen y cuenta episodios de, por ejemplo, la guerra civil, me resultan inquietantes. Revive de vez en cuando el culto a los mártires, horrible palabra. Hay cierta nostalgia latente sobre supuestas heroicidades que valdría más olvidar de forma definitiva.

5 comentarios:

Lluís Bosch dijo...

Yo sigo perplejo ante la exaltación de "episodios nacionales" convenientemente apañados, por cierto. Y creo que vamos a tener triple ración a medida que se acerque la celebración de la guerra de 1714.
Lo que fue una guerra entre dos reyes y dos oligarquías enfrentadas se pinta como una guerra contra "las libertades de los catalanes" (no se entiende, puesto que "los catalanes" viviían bajo un régimen feudal). La lista de tergiversaciones, manipulaciones y despropçositos alrededor del episodio es fenomenal. Veo pocas voces críticas, y las que lo son reciben todo tipo de insultos. Te dejo el enlace a un blog muy intereante, didáctico y divertido como ejemplo:
http://glamboy69.wordpress.com/2010/09/11/guerra-de-successio-un-conflicte-de-classes-socials/

Y sobre el tema identitario, el escritor Muñoz Molina escribió hace poco que "sentirse orgulloso del lugar en que se ha nacido es como sentirse orgulloso de tener dos orejas" (cito de memoria).

Júlia dijo...

Una excusa frecuente es que eso lo hacen todos los países -o naciones o pueblos o lo que sea-, lo escuché hace años en unos cursos sobre el tema de las ciencias sociales en la escuela en boca de una de esas patums de la pedagogía activa, al debatir si debíamos hacer como los españoles oficiales y explicar las gestas de Roger de Flor como se cuentan las del Cid Campeador.

En historia oficial casi todo es mentira, admito que la izquierda hace lo mismo cuando manda un poco, todo suele ser muy complejo y queremos explicaciones simplistas y mitos propios, un ejemplo es la revolución francesa y su parafernalia, o la rusa.

En los últimos tiempos al leer algunos textos escolares de sociales sentía la misma 'angúnia' que en las épocas de las glorias hispánicas.

Y cierto, eso de las dos orejas.

Lo peor es que incluso a nivel popular se dan cosas bastante chungas como el éxito del Meu Avi, casi himno nacional de los recitales de habaneras, canción que exalta una guerra colonial de la época y mezcla los americanos, la valentía catalana y Visca Catalunya.

Júlia dijo...

Ya tengo ganas de que llegue el 2015 y se hayan terminado los fastos...

Lluís Bosch dijo...

Posiblemente la izquierda (cuando consigue un poco de poder por un rato) cae en la tentación de contar la historia según su interés, pero a mi me parece que se respeta un poco más la complejidad. El discurso patriótico actual, en cambio, es simplista, pueril y ridículo. No se puede convertir todo en un episodio "blanco/negro" sin tener en cuenta la lucha de clases.

Yo también deseo que lleguemos al 2015, a ver si llegamos enteros. De momento espero que llegue el 12 de septiembre y se haya pasado el sarrampión de la cadena.

Júlia dijo...

No estic d'acord amb això de l'esquerra, igual o pitjor, només cal veure sacralitzacions com la de Ferrer i Guardia o determinats maquis, en això sí que tots hi suquen pa.

Per cert, he posat l'enllaç al facebook i ja hi ha una mica de polèmica, he, he, sóc una gamberra.

https://www.facebook.com/aserraisern/posts/10201333976298660?notif_t=story_reshare

https://www.facebook.com/jcostacod