lunes, 25 de abril de 2016

ESE CABALLERO DE LA TRISTE FIGURA QUE CABALGA POR LA AUTOPISTA


Once años  después de haber celebrado el cuarto centenario de la publicación del Quijote volvemos a Cervantes para conmemorar el cuarto centenario de la muerte del escritor, sobre la vida del cual hay todavía más especulación que certeza. Escuchaba hace poco a un periodista comentar por televisión que quizás a Cervantes, hoy, ni tan sólo le otorgarían el premio Cervantes, puede que sea así. Cervantes y su Quijote llevan años siendo más comentados, alabados, imitados y recreados que leídos. 

Los grandes personajes los recreamos en cada época según nuestras ideologías y costumbres, escribió Croce que toda la historia era historia contemporánea y creo que también se puede aplicar la frase a la literatura. Por eso los originales permanecen inalterables pero las traducciones envejecen, cosa curiosa y algo preocupante. Las traducciones, ya se sabe, siempre son traidoras, por ello me parece que deberíamos ser más aplicados e intentar leer a quién se pueda en su lengua original, si la conocemos. Con un poco de esfuerzo, por lo que se refiere a las lenguas de la familia latina, podemos hacerlo con el castellano, el catalán, el gallego, el portugués, el italiano, incluso el francés.

Las lenguas, los idiomas, deberían servir para entenderse pero se transforman en creaciones culturales ahogadas por la política, inventos humanos algo peligrosos cuando se academizan y fijan de forma ortodoxa e intocable, como las constituciones. De tots los cuentos chinos que nos han contado desde pequeños los que se refieren a las lenguas y a su sagrado valor, ligado a menudo a patriotismos diversos, son de los peores y más peligrosos, aunque resulten bonitos, heroicos y románticos. Basta ir a las enciclopedias, reales o virtuales, y buscar eso de lengua o idioma para percibir que no se sabe qué es y que su definición se nos escapa como agua en un cesto. Para hacer prevalecer una modalidad lingüística sobre el resto se dio durante años un matiz peyorativo a eso de los dialectos, variedades que son reales y vivas en contraste con el dogma.

Para entender a los clásicos nos fiamos de los expertos pero muchos expertos son contemporáneos y se mueven entre sus circunstancias temporales. De ese libro inclasificable que es el Quijote cada uno promociona lo que le conviene. En Barcelona se suelen repetir las alabanzas que el caballero dedicó a la ciudad, en la cual no está claro ni que estuviese en persona. Sin embargo en algunos itinerarios culturales se nos enseña la casa dónde permaneció durante su estancia por aquí, una plaga de nuestro tiempo son esos recorridos turísticos sin control de calidad.

Sin embargo pocas veces se recuerda esa llegada a Barcelona por caminos llenos de ladrones colgados de los árboles, una escena que se podría teatralizar para deleite de morbosos. Una gran parte de las  tierras catalanas se sumieron durante épocas intermitentes en bandolerismos lamentables, el número de armas por persona llegó a ser preocupante. Las historias destinadas a la mitificación colectiva evitan los temas espinosos, incluso hoy la guerra civil se cuenta como algo casi romántico y el franquismo parece haber flotado de forma extraña, entre resistentes esforzados que luchaban contra él. 

Se dice que Cervantes buscaba lo que todo el mundo, después de una juventud aventurera y complicada, vivir tranquilo y comer caliente. Quizás de haber triunfado y ganado más dinero hubiese escrito menos. Balzac también buscaba una viuda rica que le facilitase la vida y se vio obligado a escribir sin tregua, tomando café a litros, para sobrevivir entre aquel lujo que tanto valoraba. 

Es más listo que el hambre, dice un refrán. Sancho, el compañero de don Quijote, habla a menudo con refranes, la mayoría de los cuales todavía son habituales y tienen su equivalencia en otras lenguas, sin que se sepa su origen. Se supone que para producir buena literatura se necesita paz, armonía, silencio, pero eso no es cierto, es relativo como todo y cada persona es distinta y también lo son sus circunstancias.

Muchos escritores, músicos, pintores, cantantes, han conseguido sus primeros éxitos en tiempos difíciles, de escasez, y después, ya ricos y famosos, han vivido del cuento en parte o totalmente, coge fama y échate a dormir, se decía, con razón. Algunos cantantes se molestan cuando les dicen que sus mejores canciones son las primeras, en una ocasión escuché a Serrat ironizar con ello, pero es que a menudo es cierto. La literatura y todas las artes requieren madurez, se dice, una afirmación que tampoc es exacta del todo. Quién empieza a producir lo que sea en la madurez tiene muchas más dificultades que esos tocados por la gracia del éxito juvenil que a veces también puede tener sus riesgos, no lo negaré.

Sobre la literatura existe un exceso de literatura y yo misma he tardado en entender que las ferias sobre libros, cuyo ejemplo más cercano es ese Sant Jordi ruidoso, primaveral y lleno de firmadores, son eso, unas ferias más a la cuales se va a vender y a comprar. Por eso triunfan en ellas los mediáticos, los promocionados, los que salen por la tele a menudo y mucha gente conoce y va a saludar y a ver de cerca. No todos los mediáticos tienen por qué escribir mal ni todos los etéreos y minoritarios han de ser buenos, en todas partes hay de todo aunque resulta algo inquietante el afán de tanto tertuliano y tertuliana a editar y publicar su novela, un género algo devaluado, me temo, a causa del exceso.

Es frecuente mirar atrás con cierto romanticismo, pero en ese pasado tropezamos con miserias inimaginables en nuestro presente cómodo y occidental, en el cual Cervantes quizás no hubiese escrito tanto pero puede que hubiese vivido de forma mucho más confortable. 

Estos días nos ofrecen muchas producciones sobre el autor del Quijote, muchos refritos, pero ignoro por qué no se recupera aquella serie de dibujos tan digna, aunque en su momento provocó las iras de los entendidos. La historia de la serie y sus dificultades es quijotesca y kafkiana, en wikipedia se pueden leer sus problemas, su desenlace apresurado, el final de la productora. Resultó irregular a causa de todos esos factores pero hoy, mirada en perspectiva, debería considerarse de culto. 

Un detalle, aparentemente sin importancia, pero que creo que tiene mucha y que dice bastante sobre nuestro país y sus problemas, fue que en la serie, cuando el protagonista quema los libros que le han vuelto loco, en el texto original salva el Tirant lo Blanc y alaba sus características, pero ese indulto literario se silenció de forma traidora en el capítulo correspondiente. 

Algunos intelectuales protestaron entonces de aquel intento de animación de calidad hispánica ya que aquello de los dibujos sobre el Quijote les parecía una especie de banalización sacrílega. Sin embargo el Quijote se ha banalizado mucho más a lo largo del tiempo: ediciones reducidas para gente joven, frases fuera de contexto, tonterías diversas sobre encuentros no siempre inteligentes ni verosímiles entre Cervantes y Shakespeare, su contemporáneo más famoso. 

Ese musical antiguo de éxito, El hombre de la Mancha, es también una banalización del personaje, aunque tenga sus virtudes, los musicales son una plaga que puede con todo pero también lo son las óperas, las películas... Todo se puede recrear si se hace con buena intención y de forma seria, documentada y eficaz y en algunas ocasiones incluso esas recreaciones superan los originales.

Aquella serie de dibujos, del ya lejano 1979, fue un milagro, un intento digno y serio de hacer algo de categoría. Era una época de grandes series televisivas, la calidad de la televisión del tardofranquismo y los primers años de la transición es sorprendente. Eran otros tiempos y no me gusta comparar pero es una lástima que no se creen tradiciones estables alrededor de lo que funcionó más o menos bien en algún momento. La serie funcionó bien pero el presupuesto se disparó y las cosas empezaron a tambalearse. Lo que me sorprendre más, estos días, es comprobar lo poco que se habla de ella.

En la Escuela Normal tuve una profesora algo pintoresca, muy española y tradicional, que nos hacía analizar sintácticamente largos párrafos del Quijote, fue muy criticada, pero creo que más bien por su carácter que por su metodología, que hoy me parece interesante y que contribuyó a mi conocimiento, siempre modesto, de ese libro que escapa a todas las definiciones, estudios y consideraciones académicas.








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