lunes, 19 de marzo de 2018

SAN JOSÉ, MURILLO Y LA VIDA AMABLE

Resultat d'imatges de sagrada familia del pajarito

Hoy es el día de San José. Durante mucho tiempo fue un santo reconocido de forma oficial, hasta el punto de ser fiesta de precepto. Las fiestas de precepto dedicadas a santos eran hoy y el día de Todos los Santos. Sin embargo, San José fue un santo objecto de burlas populares, en villancicos y romances. A causa de su paternidad putativa, una palabra que en épocas reprimidas nos parecía que tenía tintes pecaminosos, se representaba a menudo como un anciano bonachón y tolerante, un secundario de no demasiado lujo en esa Sagrada Familia ejemplar, aunque fuese de hijo único y la dictadura y los mandamases del tema propiciasen las familias numerosas.

No siempre fue así. Una de las representaciones de la Sagrada Familia que más me gusta es esa de Murillo, la Sagrada Familia del pajarito.  San José es aqui un señor de buen ver, guapo y cariñoso. Es uno de los cuadros que más me ha emocionado al verlo en directo. La escena doméstica resulta entrañable, perro y pajarillo incluídos. 

Murillo era contemplado, en otras épocas, casi como un secundario, también. Nuestra lejana infancia estuvo poblada de estampitas con reproducciones de cuadros famosos de santos y vírgenes, gracias a eso, sin embargo, supimos de la existencia de esas pinturas importantes. Eran malas reproducciones contribuyeron a que se infravalorara la obra del pintor, incluso se criticó como propagandista artístico del catolicismo y edulcorado representante del arte de su tiempo, ¡cuantas tonterías hemos tenido que escuchar y leer a lo largo de la vida!

Una vez, en la escuela, hicimos una obrita de teatro que se llamaba El sueño de un pintor, inventada por una maestra joven a la que quise mucho. El pintor era Murillo, no le salía su Inmaculada, se dormía y se le aparecía la Virgen en sueños, con angelitos al lado, cosa que provocava que se estimulase su inspiración. A mi me dieron el papel del pintor, me pintaron unos bigotes con un corcho ahumado y me pusieron una boina representativa. El papel estrella era el de la Inmaculada y lo hizo la chica más guapa de la clase, claro. 

Murillo, como otros pintores españoles, hoy se ha reivindicado a fondo, más allá de Sevilla. Es uno de los grandes y pintó santos y vírgenes pero también mendigos, incluso niños mendigos felices y viejas sin dientes. No se sabe gran cosa sobre su vida, parece que  fue incluso apacible considerando la época y las circunstancias, aunque perdió esposa y algunos hijos. Tuvo siempre trabajo, pero los pintores famosos debían trabajar muchísimo para sobrevivir con cierta dignidad, la historia de aquellos años esta llena de altibajos, pestes, hambres, incomodidades diversas. Parece que de mayor todavía trabajaba y que la caída de un andamio, mientras pintaba, aceleró o provocó su muerte. Fue considerado un hombre bueno y muy querido por la gente. 

Este San José encantador que distrae a su niño mientras mamá hila nos resulta casi contemporáneo aunque sea barroco. Hace poco han remodelado, en el MNAC de Barcelona, las salas dedicadas al Renacimiento y el Barroco, todavía hay quién cree que el barroco son las columnas salomónicas excesivas y poca cosa más. O que el arte barroco ha de ser teatral para ser genuíno. Murillo nos muestra aquí la devoción amable, la religión personalizada y doméstica, una realidad vital que a pesar de las penas de la vida nos ofrece instantes de felicidad senzilla e inefable. 

En  tal día como hoy era tradicional, al menos en Catalunya, hacer crema, la crema era sólo crema, más adelante le añadieron la denominación de origen catalana, todavía no sé el motivo pues siempre fue algo distinta de las natillas. La crema se azucaraba por encima y se caramelizaba con una plancha antigua, caliente. Se acompañaba el postre con melindros i sequillos, comprados en la pastelería. Parece que el origen de esos postres de temporada era el excedente de huevos, un producto caro en aquellos años en los cuales se criaban gallinas en los balcones y terrazas. Aquello de quemar la crema era todo un ritual lo mismo que la aparición del postre en la mesa familiar y festiva. Todo pasa y hoy se puede comer crema bastante buena en muchos restaurantes, presentada de forma individual, pero todo es distinto y así ha de ser. Ni mejor ni peor, diferente. Sin embargo, la facilidad para poder comer crema, o lo que sea, hace que el dulce pierda su connotación de suceso extraordinario, son las servidumbres de la abundancia. 

El nombre de José, Pepe, Pepito, ya no es tan popular como antaño. De Joans, Joseps, Maries i  ases n'hi ha per totes les cases, decía un refrán muy popular. Hoy esos nombres tradicionales, entrañables y hermosos ya son minoritarios. De ases (burros) también quedan pocos y han estado a un paso de la extinción. En sentido literal, claro. En sentido metafórico es otra cosa...

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