Acabo de finalizar la interesante lectura de este libro en el cual el autor reflexiona sobre la relación del individuo con sus circunstancias, a traves de cinco grandes clásicos de la literatura, La Cartuja de Parma, Guerra y Paz, Los Thibault, La Condición Humana y El Doctor Zhivago. Cuando el mundo que nos rodea parece entrar en una especie de espiral surrealista inexplicable la literatura, la literatura seria, con ideas y profundidad, es una especie de consuelo, al situarnos en la experiencia de otros seres, aunque sean imaginarios. Claro que puede ser aquello de mal de muchos, consuelo de tontos. Pero es que el mal siempre es de muchos y quizás todos somos tontos, en alguna medida. Estamos sujetos a nuestro tiempo, a nuestras circunstancias, a nuestra familia, al lugar donde vivimos, a eso que se ha llamado patria y que ha llevado tanta gente a los mataderos, o a dogmas religiosos que hoy nos parecen más absurdos que nunca, porque la libertad de pensamiento, algo en lo cual hemos avanzado un poco, al menos por aquí, nos permite dudar de todo y huir de la fe del carbonero. O del carbonario.
Los cinco autores escogidos por Chiaromonte tienen un gran prestigio, Stendhal, Tolstoi, Martin du Gard, Malraux, Pasternak. Creo que entre ellos no desmerecería nuestro Galdós, a quién hoy también hemos apartado de nuestros grandes clásicos indiscutibles, sus Episodios Nacionales ofrecen una reflexión muy interesante sobre una larga época de la historia española. Algunas reflexiones del autor de La Paradoja de la Historia sobre Martin du Gard, que incluso obtuvo el Nobel en su tiempo serían aplicables a Galdós, como, por ejemplo, la injusta consideració de autor antiguo o anticuado. Galdós no obtuvo el Nobel por culpa de sus coetáneos, de sus contemporáneos del mundo de la cultura y la culturilla, cosas del medio cainita en el cual se mueve todo, y no solo por aquí, en todas partes cuecen habas, vaya.
La Paradoja de la Historia transcribe algunos fragmentos muy relevantes de las obras escogidas. En uno de ellos, de Martin du Gard, asistimos a un substancioso diálogo sobre la necesidad de mentir al pueblo en tiempos de guerra, ya que hace falta, por parte de los gobiernos, dirigir los acontecimientos, conseguir que el enemigo siempre esté equivocado, que los que luchan no sepan qué pasa en la retaguardia ni la retaguardia sepa qué pasa en el frente. Se evoca, sin escrúpulos, la mentira útil.
La mentira útil no se sitúa únicamente en tiempos difíciles, de guerra. Ha sido utilizada desde siempre y no solo desde el poder. También las oposiciones nos han mentido cuando les ha convenido. Chiaromonte evoca las reflexiones de Voltaire sobre la invención de la religión, otro ejemplo de la elaboración de historias convincentes para no desmontar las creencias populares, el mismo Voltaire quería que sus criados fuese practicantes, no se fuese a desestabilizar de forma excesiva. Una buena amiga me comentaba que, con el tiempo, te das cuenta de que todo es mentira, incluso un tango popular nos lo recuerda. La gente de ciencia considera que el método científico es infalible pero en nombre de la ciencia nos han colado muchos disparates.
Hace años, muchos, yo trabajaba en una escuela pública de un barrio humilde y popular, muchas familias eran militantes comunistas, del PSUC. La consigna política de aquel partido, muy respetable en tantos aspectos, era promover la protesta colectiva, de oposición al poder establecido. Ya era aquella la época incipiente de nuestra frágil democracia. Durante un inicio de curso faltaban un par de maestros, nos los iban a mandar, aunque con retraso. Sin embargo uno de los padres consiguió que se saliera en manifestación por las calles del barrio, gritando consignas contra el poder, en aquel caso de la incipiente Generalitat, ya que se pretendía privar a los pobres de cultura y educación. Quizás debí callarme pero, en algún momento, manifesté en una reunión que las cosas no eran como se contaban en las multitudinarias asambleas y aquel padre me hizo callar, yo estaba equivocada puesto que el gran capital corrupto conseguía que viese las cosas como no eran, no entendía del tema, vaya. Un poco como aquello de doctores tiene la iglesia, pero en otro contexto. No hace falta explicar que algunos de los padres más significados se acabaron colocando en ayuntamientos y otras instituciones, mientras que otros perdían la fe en la política, de forma progresiva.
La lectura del libro de Chiaromonte y los recuerdos personales se han concentrado en estos días en mi imaginario del presente, viendo la televisión, los debates, los comentarios políticos, las grandes y burdas mentiras aceptadas por los devotos de todas las tendencias. Hoy se culpa a las redes sociales de la propagación de barbaridades, se culpa al mensajero, como ha pasado desde hace siglos. Probablemente los políticos actuales sean peores que los de hace algunas décadas, no lo sé, o quizás hoy hemos perdido la fe y los contemplamos de otra manera. Hace años pude ver, en la televisión catalana, un diálogo magnífico sobre política, entre Jordi Pujol y Felipe Gonzàlez, incluso, con cierta inocencia, me sentí orgullosa del progreso del país, del nivelazo de los dos políticos. Hoy el uno y el otro me producen una especie de sentimiento inevitable de rechazo, casi me inspiran compasión, cada uno en su estilo de vejetes castigado por la vida, con sus propios errores de bulto en el equipaje.
Sin embargo todos tenemos nuestras propias contradicciones, por eso me resisto a tirar piedras a los pecadores o a admitir que hay seres humanos absolutamente deleznables, el personaje más absurdo y odioso quizás sea un padrazo o un calzonazos en su casa, quién sabe. Y el político más sabio y admirable, dispuesto a cambiar el mundo con su sacrificio personal, puede ser un machista maltratador o un papá irresponsable, en la intimidad. Cada casa es un mundo y cada persona un misterio, decía mi mamá. Superaremos las limitaciones del presente y volveremos a tropezar con piedras, que no serán las mismas però que seguramente nos resultarán igualmente peligrosas. No sé si actualmente existen obras literarias de contemporáneos tan interesantes como las que elige Chiaromonte, cuesta valorar nuestro tiempo, para todo hace falta perspectiva. Quizás el cine ha tomado el relevo de la gran narrativa decimonónica, no lo sé. Lo cierto es que nuestros problemas responden a las limitaciones de nuestra especie y que las grandes preguntas sobre la humanidad y su relación con el destino, con la historia, son las de siempre y no tienen ninguna respuesta válida ni universal. A pesar de todo, se ha de votar, vaya.
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