sábado, 16 de mayo de 2015

FOTOGRAFÍAS QUE AMARILLEAN Y GENIALIDADES INCLASIFICABLES

Resultat d'imatges de el tiempo amarillo






Por suerte para los lectores y para los admiradores del gran e inclasificable personaje que fue Fernando Fernán Gómez se han reeditado hace algún tiempo sus memorias, ampliadas y en un solo tomo, ya que anteriormente (Debate, 1988) se encontraban divididas en dos volúmenes.
No son unas memorias convencionales, cada apartado nos evoca paisajes perdidos, personajes entrañables, como esa madre soltera y artista y esa abuela inolvidable además de un gran número de actores, autores, directores, de diferentes épocas y situados en diversas circunstancias.  Pero también encontramos gente anónima, conocidos, vecinos, criadas, parientes, tenderos.
Admite el autor que se sintió muy amado por esa madre y esa abuela, a pesar de lo irregular de su situación y de los años difíciles que vivió. Lo seguimos en su infancia y adolescencia, agradecemos al destino la suerte que tuvo  de ser considerado argentino y librarse del frente, dónde tantos jóvenes, casi niños, murieron sin apenas haber vivido.
Fernando Fernán Gómez es discreto en muchos aspectos personales relacionados con sus amores, modesto en la apreciación de su trabajo,  humilde al evocar actos valerosos relacionados con temas políticos y sociales, en una época en la cual no era nada común que personas del teatro y del cine pusieran en peligro su trabajo o incluso su seguridad física. Incluso admite que la memoria es engañosa y que algunos detalles del libro no son exactos sino víctimas del recuerdo sentimental y de ese paso del tiempo que hace que todo amarillee.
Marcos Ordóñez, en un interesante comentario a esta reedición,  que se publicó en El País, insistía en la necesidad de un índice final con nombres de personajes, de películas, de libros.  También echaba en falta la cita de Miguel Hernández que da título al libro y percibía algunos errores. Sin embargo todo eso, que debe de ser tenido en cuenta, no reduce en nada el encanto que emana de esas páginas, literatura pura, y que podría ser perfectamente un conjunto de excelentes narraciones puesto que muchos de los capítulos tienen vida propia.
En el libro se incluye un magnífico prólogo de Luis Alegre, quien conoció a Fernando Fernán Gómez ya mayor, en los años noventa, cuando se había extendido una cierta opinión sobre su mal carácter, potenciada por una anécdota con  un admirador pelmazo que se repitió por la tele hasta la saciedad. El prólogo es también muy buena literatura y resulta conmovedor por los detalles que cuenta y el afecto y admiración evidentes por el personaje. El libro incluye bastantes fotografías pero podría haber muchas más, son imágenes que nos transportan a un pasado complejo recordado de forma amable,  con una sana dosis de humor inteligente y una distancia imprescindible, literaria sin pretensiones, moderadamente nostálgica.

FernandoFernán Gómez fue un personaje inclasificable, genial en muchos aspectos, hizo muchas cosas y todas las hizo bien aunque fuesen películas malas, sobre las cuales ironizaba en ocasiones. En un programa radiofónico reciente sobre cine, oí comentar que en otros países sería más considerado, admirado y conocido que gente como esos grandes mitos del cine francés, inglés, americano o italiano, salvando las distancias. Él mismo bromea con el tema en esas memorias singulares, en otros lugares llegas a actor famoso y ya lo eres para siempre pero en España un éxito o muchos éxitos no significan gran cosa, ni tampoco te aseguran una economía saneada de forma definitiva.

El tiempo amarillo nos habla de nuestro país sin dramatizar, de cómo se sobrevive en épocas difíciles, del mundo del cine, del teatro, de la literatura y de la vida cotidiana, nos muestra una guerra civil doméstica, una especie de epidemia que hay que pasar cómo sea para poder retornar a la normalidad precaria del mundo de los actores y de casi todo el mundo. No es éste un libro para leer de un tirón sino para disfrutarlo de forma lenta y poder volver hacia atrás si es necesario, actividad para la cual el índice que propone Marcos Ordóñez resultaría muy útil. Al leer este libro parece incluso poderse escuchar la personalísima voz de su protagonista contándonos su vida a su manera, a retazos, con esa magnífica carga de genialidad que se desprende del libro y que en cambio no convierte en ningún momento a su protagonista en un escritor pedante sino más bien en alguien que no está nunca satisfecho del todo con aquello que hace.


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