lunes, 5 de noviembre de 2018

IMPOSTURAS Y FALSEDADES HUMANAS

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Sergio Vila-Sanjuán evocava, hace pocos días, en La Vanguardia, a María Lejárraga, a causa de los paralelismos de su historia con la que se relata en la película La buena esposa. Más allá de los indudables paralelismos son dos historias muy diferentes, incluso por lo que se refiere a la época. Lejárraga fue una mujer extraordinaria, en las últimas décadas se la ha reivindicado bastante, como a otras de su época, esos años extraordinarios de antes de la Guerra Civil. Fue también una víctima del exilio causado por la guerra civil, murió en Buenos Aires, pero supo reinventarse y trabajó mucho. Otro tema es que no sea tan leída, hoy, como debería. Cuando yo era pequeña emitían mucho teatro por la radio y recuerdo que ya escuché comentar a mi madre, entonces, que las obras de Martínez Sierra las escribía su mujer. Por cierto, conoció, apreció y adaptó a Santiago Rusiñol, me gusta insistir en las relaciones intelectuales o del tipo que sean entre la cultura castellana y la catalana porque se han olvidado o se ocultan de forma interesada.

Hay personas a quienes no les ha gustado la película, a pesar de la gran interpretació de Close, hoy nos cuesta de entender que una mujer se situe en  ese lugar secundario y se avenga a ser explotada intelectualmente. Más raro debería parecer que un hombre inteligente no tenga la suficiente dignidad como para no reconocer esas  cosas. Y todavía es peor que una mujer, hoy, aguante malos tratos. En el campo intelectual, pero también en el científico, hay muchas historias de este tipo, y no tan solo entre hombres y mujeres, también entre profesores y alumnos, investigadores y estudiantes que dependen de ellos... 

He escuchado quejas en este sentido de gente joven, sin embargo cuesta denunciar ese tipo de cosas, nadie quiere quedarse  sin trabajo ni cerrarse puertas, vease como están dejando a la pobre Andrea Ros por haber dicho que el genio teatral era un grosero. Las denuncias, para prosperar, requieren cierta simetría entre denunciante y denunciado. Hace algún tiempo me enteré de qué una persona relativamente joven, una mujer que trabaja en el campo de la ciencia, redactaba informes y textos que  firmaban sesudos señores de prestigio. Eso sí, le pagaban muy bien, y la coartada personal, como siempre, es aquello de que si no lo hago yo lo hará otro.

Una película de 1993 (los sucesos de La buena esposa se situan en 1992), Azul, de Kieslowski, que  formaba parte de una trilogía, narraba como una mujer, Binoche, muy joven, pierde a su marido en un accidente. Era músico, compositor, íbamos sabiendo que era ella quién escribía una gran parte de sus creaciones. No recuerdo que en aquel momento se comentase en exceso esa parte del argumento. Hace pocos años se descubrió que los méritos de unos trabajos científicos que llevaron a señores importantes a conseguir un Nobel eran fruto, sobretodo, del trabajo de una dama. 

La buena esposa se ha basado en una novela de una buena escritora, poco conocida todavía entre nosotros, Meg Wolitzer. La editorial ha aprovechado lo del cine para reeditarla, tan sólo este libro y otro de la autora estaban traducidos al castellano. El libro profundiza, como es lógico, en la psicología del personaje y hace un poco de trampa, la autoría femenina, que en la peli se ve venir, en el libro es un misterio que se resuelve al final. Un tema interesante del libro es el sarcasmo divertido con qué se retrata el mundo intelectual, en ese caso americano, pero con muchos paralelismos con lo que pasa por aquí. Escuché comentar a una gran actriz, hace años, que unos de los que más decepcionan son los escritores, a menudo tiene poco que ver lo que escriben con cómo son. Pero eso quizás pasa en todas las profesiones, los maestros podemos tener hijos complicados y muchos médicos llevan vidas bastante poco sanas. Es aquello de consejos vendo, pero para mi no tengo.

Evocación al margen

Justo hace  un mes escribí la entrada anterior al blog, recordando a Curro Jiménez. Todavía entonces Alvaro de Luna era de los últimos supervivientes del conjunto pero nos ha dejado hace poco. En una entrevista que he leído el actor ironizaba con qué nunca era el que enamoraba a la chica pero eso es relativo, en uno de los capitulos de Curro Jiménez enamoraba a una bruja encantadora, Verónica Forqué, aunque la cosa no acababa bien, a menudo los amores, en ese tipo de series, no eran definitivos, lo exigia el guión. Descanse en paz, el inmortal Algarrobo, un gran actor, por cierto.


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