miércoles, 16 de abril de 2008

Contentos y engañados


Una amiga, a causa del tiempo previsto para una intervención en la rodilla, si se hacía la operación por la seguridad social, fue a consultar un médico privado, de supuesta buena fama. Cuando se dio cuenta de que era un pesetero, ya que, de entrada, le cobró un precio abusivo por la primera visita y le explicó que la operación, un éxito según él, costaría una cantidad despiadada de euros, le dijo, ella:
-No sé si hacérmela por el seguro, pues...
-Señora –le dijo él- haga lo que quiera, pero en el seguro utilizan material coreano y yo se lo pondré de los Estados Unidos...

Otros amigos me cuentan como, hace años, llevaron una hija a una psicóloga, también de gran prestigio. La psicóloga mandó a la niña hacer un dibujo, y la niña hizo una especie de óvalo extraño, con un objeto raro en su exterior. La psicóloga les ofreció una especie de tesis doctoral, el dibujo, según la cual el dibujo era una especie de olla en la cual la niña estaba encerrada y de donde quería salir o, quizá, una olla donde quería entrar y no podía. La maestra de la escuela, al explicarle la cuestión, se puso a reír:
-Esto es la máscara y la lanza que estamos haciendo para Carnaval, el tema de este año es la selva!!!

Podría explicar un montonazo de anécdotas de este estilo. Estamos en un mundo donde todo parece que deba tener solución, esto no es nuevo. El doctor Rocarol rusiñolesco ya jugaba con la credibilidad de los que podían pagarse la visita. Sé de un dentista carísimo que hace lo mismo que los otros de la vecindad pero que tiene mucha fama porque es caro, precisamente.
-Pagas, pero es una maravilla –dice la gente.


Un pariente que llevó a su hijo a una escuela muy cara, esperando milagros pedagógicos que no se habían producido en otras escuelas concertadas más normalitas, me reprodujo hace años el discurso que les hijo el director, al matricularlo:
-Hay quien prefiere gastar dinero en otras cosas y llevar a los hijos a escuelas gratuitas –más o menos-, en cambio, gastar en una buena educación es lo más importante, bla, bla, bla.
No hace falta precisar que el niño fue en aquella escuela como había ido en las otras, o sea, mal, porque el tema era que no le gustaban los estudios, opción hoy muy mal asumida por la sociedad de nuestros tiempos.


A otra conocida mía, en una ocasión, en una peluquería de mucho renombre le quemaron el pelo por un error inexplicable. Como siempre me cantaba las excelencias de su peluquero, incluso a pesar de eso lo justificaba. Muchas veces he escuchado a gente que me ha dicho que mi pelo, finísimo y malísimo de peinar, mejoraría si yo iba no sé dónde, cosa que no es cierta pues en alguna ocasión también he sido humana y me he dejado peinar a precio de oro, sin conseguir jamás una cabellera remarcable. Precisamente estuve leyendo hace poco sobre la tomadura de pelo –sobre todo de pelo- que comporta el uso de productos capilares sin efecto. Si a mí me hubiese quemado el pelo la peluquera del barrio, mi amiga no habría sido, seguro, tan condescendiente:
-Claro –me habría dicho- vas a peluquerías baratitas.
Les vitaminas para el pelo, que no come, que yo sepa, son muy habituales, por cierto.

Mi madre fue durante años a un médico privado a causa del dolor, dolor que, como admitían el otro día por televisión, no tiene solución cuando es crónico y relacionado con la edad. Aún más, decía por la tele, oráculo de nuestro tiempo, que los médicos no saben nada del dolor, en general, y que ahora les están haciendo unos másters! El doctor casi la mata, con los medicamentos para mejorar el tema, medicamentos que, como mucha gente sabe, son fuertes y con efectos secundarios.

Nuestra tendencia a la necesidad de dejarnos engañar camina del brazo con la picaresca a todos los niveles de aquellos que, en cualquier sector profesional, hacen dinero con nuestra credibilidad a prueba de bomba. Si un médico honrado te dice que la cosa no tiene solución y que tengas paciencia, está muy mal visto.
-Al menos, éste me ha dado esperanzas –me decía otra persona conocida, con un problema de salud irreversible, al que otro médico ‘alternativo’ había asegurado que no era así.


Pagar es, muchas veces, la única cosa a nuestro alcance, un sacrificio posible, ni que sea pidiendo créditos. Por eso, la escuela pública siempre despertará reticencias y por eso la mayoría de la gente, cuando tiene cuatro duros, se los gasta cambiando al niño o a la niña a un centro educativo de pago, esperando milagros ligados al prestigio de las relaciones, mejores y más bien situadas, que allí se pueden hacer. El psicopedagogo que viene a la escuela me explica en ocasiones como es ese tipo de atención en muchas escuelas privadas de la zona donde trabajo, ya que a veces, tras un rótulo donde se anuncia ‘gabinete psicológico’ o algo parecido no se esconde nada más que humo. O sea, que en muchas públicas –de mi entorno- la atención es bastante mejor, en este tema, pero nadie o casi nadie se lo cree.

La publicidad juega con esta tendencia nuestra a la credibilidad y los anuncios relacionados con la estética y la salud se han convertido en unos clásicos de la tomadura de pelo sacralizada, al alcance de las masas.

La esperanza es importante, pero requiere de una dosis tan alta de fe que, me temo, por lo que toca a una servidora, que lo tengo muy fastidiado. Me he vuelto militante del escepticismo global.

4 comentarios:

celebrador dijo...

No me imagino, oh júlia, que desprecies el poderosísimo componente placebo que puede llevar aparejado el pago de fuertes sumas de dinero

Ya lo dijo (y en público) el Dr. Marañón: Una aspirina recetada por mi tiene mucho más efecto que recetada por otro colega

__ dijo...

Siguiendo con mis queridos franceses, algún día valoraremos más la escuela pública como ellos hacen y la escuela privada quedará relegada a un segundo plano.

Y la Sanidad Pública es sin duda mejor que la que ofrecen las sociedades privadas, aunque más incómoda.

Pero cuando pagas a un médico suele ser por algo (salvo que seas millonetis); normalmente te soluciona un problema derivado de los sistemas sanitarios mencionados. Al menos, esa es mi experiencia.

En el resto de actividades, servicios y productos estoy completamente de acuerdo contigo. Pagar más no es sinónimo de mayor calidad, ni mucho menos.

Lo que sí suele ser es sinónimo de snobismo o apariencia social mentecata.

Gracias por traducir, Ignacio

Júlia dijo...

No desprecio nada, Celebrador, al menos no era mi intención primordial. El doctor Marañón era un sabio y ya mi abuelito decía a menudo 'agafa fama i fote't a jeure' (coge fama y a dormir).

Júlia dijo...

Hola, Ignacio. La escuela pública francesa también está un poco en crisis últimamente, con los cambios sociales, la emigración y el resto, pero, efectivamente, es sólida y prestigiosa. Aquí no se ha acabado de conseguir ese prestigio, además, los privilegios de las concertadas -como, por ejemplo, poder tener primaria, secundaria y lo que haga falta en el mismo edificio- gozan de buena salud.

Lo mismo con la sanidad. Efectivamente, la medicina privada soluciona pequeños problemas y tener una mutualidad para casos poco graves no está mal.

Otra cosa es la papanatería que cree que 'pagant sant Pere canta', como decimos en catalán. Puede que cante, pero curar, curar...